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domingo, 20 de septiembre de 2009

China la nueva amenaza contra la libertad II

China está interesada en cualquier país del mundo que tenga reservas de crudo, independientemente de su estatus político, de su forma de gobierno, de su estabilidad institucional o de su respeto por los derechos humanos. Ya sean estados fallidos o dictaduras retrógradas es moralmente reprobable, pero todo el mundo lo hace. No creo que haya que culpar por ello a China con más vehemencia de lo que se culpa a Estados Unidos por el Pacto de Quincy con regímenes como el Saudí.

Ahora bien aquí está la diferencia China utiliza su poder de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (UNSC) como arma negociadora y mercancía política, acercándose a países que tienen petróleo y problemas con la Comunidad Internacional.

Los regímenes autocráticos menos amigos de los derechos humanos quieren tenerle a su lado y se aseguran de ofrecerle acuerdos de petróleo y gas sin precedentes por favorables, para que garanticen su seguridad. De este modo, los chinos han venido traficando con la legitimidad de la ONU conforme a sus intereses en varias ocasiones durante los últimos años, destruyendo los valores y la credibilidad de la organización - si es que le quedaba alguna, aunque eso es otra historia - y voy a exponer un caso flagrante del uso criminal e irresponsable de su poder de veto para evitar sanciones o intervenciones de tropas de peacekeeping en países que están perpetrando genocidios o actos violentos de represión hacia su propia población.

África: concretamente a un territorio entre la frontera sudaní y la chadiana llamado Darfur, que se encuentra en guerra desde el año 2003.

El conflicto estalla cuando dos pueblos luchan por el control de las escasas reservas de agua de la zona, y se acrecenta cuando el Gobierno sudanés, de mayoría árabe musulmana, comienza a proveer con armas y material de combate a las milicias árabes y en particular a los Janjaweed, para que masacren al ejército de liberación de Sudán, negros musulmanes. El conflicto se perpetúa porque los rebeldes son a su vez armados por el vecino Chad, que acababa de salir de una guerra civil y tenía stock de armas, a quien le interesa desestabilizar a su vecino poderoso. Por el otro lado, el ejército sudanés comienza a combatir al lado de los Janjaweed. El conflicto adquiere entonces tintes de genocidio, ya que las represalias de los Janjaweed auspiciadas por el propio gobierno de Sudán fueron terribles, una auténtica limpieza étnica: 400.000 muertos, dos millones de personas desplazadas a campos de refugiados y miles de poblados y aldeas reducidas a cenizas.

En 2004, las Naciones Unidas estaban determinadas a intervenir cuanto antes cortando la represión de raíz para evitar algo parecido a la masacre de Ruanda de 1994, en la que no intervinieron cuando pudieron haberlo hecho y ahora los 800.000 muertos cargan sobre sus ya demasiado desgastadas espaldas. Con extrema celeridad se elaboró un proyecto de resolución, la que establecía el envío de 26.000 cascos azules al terreno, y que habría puesto fin a las matanzas, como ya hicieran, por ejemplo, poniendo fin a la guerra en el Sahara entre Marruecos y el Frente Polisario en los '90 o en Haití en los '00. Sin embargo, China bloqueó toda tentativa de resolución en el UNSC, y esta resolución tan necesaria no pudo aprobarse. Tampoco la siguiente, ni la siguiente, ni la otra. Y así hasta nueve veces con nueve resoluciones distintas hasta que el 31 de julio de 2007 el UNSC consiguió arrancarle la UNSCR 1706, tres años más tarde, cuando las cifras de muertos en Darfur ya se contaban por varios cientos de miles y la de refugiados por millones:

Hu Jintao y el presidente de Sudán Al Bashid en 2007



Durante esos tres años China no ha apoyado ni una resolución del UNSC sobre Darfur para poner presión al gobierno sudanés. De hecho, ha hecho exactamente lo contrario, intentando debilitar las propuestas de los otros países sobre Darfur, retrasándolas y criticándolas mediante la amenaza del veto. Incluso en las resoluciones no vinculantes que se acordaron al final sobre el “espíritu de compromiso” de intentar cambiar la situación, China se abstuvo. En 2004, cuando se discutía un embargo de armas en Sudán, China sólo aceptó someter a un embargo de armas a la región de Darfur, argumentando que el resto de Sudán está separado de la crisis de Darfur. Así se hizo en la declaración 1556, en la que sólo estaba prohibida la venta de armas a Darfur, pero no al gobierno de Sudán, que es quien abastece de armas a una de las dos partes del conflicto. Esto hizo tremendamente difícil detectar incumplimientos en la resolución. Tras tres años en liza, el UNSC consiguió sacar adelante la UNSCR 1706 porque China se aseguró de que la resolución no contemplara medidas sancionadoras o punitivas contra Sudán. El gigante asiático ha forzado la situación hasta el punto de que Darfur está reconocido como genocidio por instituciones, gobiernos, medios de comunicación y ONGs, pero no por la ONU.


China no sólo es directamente responsable de perpetuar una situación de genocidio, sino que además es el mayor proveedor de armas del gobierno sudaní. Un informe de Amnistía Internacional acusa a Rusia y China de vender a Sudán armamento y municiones, aportando fotografías de aviones chinos clase Fantan operando en Darfur.


La clave

Desde los años '90 las empresas occidentales han venido abandonando el país por su inestabilidad y por su decreciente respeto de los derechos humanos. La avidez de petróleo chino ha proyectado la situación contraria: Sudán exporta a China el 70% del petróleo que produce. Además, el gobierno chino es el máximo accionista (40%) de Greater Nile Petroleum Company, la petrolera más grande de Sudán. Y China es es el máximo inversor en el país y también su mayor socio comercial. Ambos países están contruyendo oleoductos y refinerías en suelo sudanés. Sólo en los años 90 China invirtió 10.000 millones de dolares en el país, y cada año se le conceden millones de dólares en créditos sin intereses para proyectos de infraestructuras.

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